jueves, 17 de diciembre de 2009
"Arco Iris"
"Arco Iris"
Estaba por llover, en ese momento llegó un coche y se detuvo en el geriátrico. Bajó una señora mayor, periodista, cruzó la calle y llamó a la puerta. En ese momento, abrió una enfermera que dijo:- ¿Qué se le ofrece?
Periodista:- Vengo para hacer una entrevista al señor Julio Rubeisten.
Enfermera:- Sí, pase señora.
La señora pasó y caminó por un largo pasillo. Las dos mujeres llegaron a una puerta, la enfermera indicó el lugar, la periodista entró.
Se encontró con un hombre delgado, alto, de unos 75 años. En su juventud había sido maestro para niños discapacitados. Estuvo muchos años casado y la vida no le había dado hijos.
La periodista vio que él estaba sentado en una silla frente a una mesa. El señor Rubeisten se levantó para saludarla, le extiende la mano y le dice: -bienvenida ¿Quién es Ud.?
Me llamo Marta Rubinson, vine para entrevistarlo. ¿Quiero saber qué le pasó al muchacho con Síndrome de Down que estaba con usted en la guerra?
Rubeisten:- Bien, interesante, sentémonos y conversemos.
La periodista sacó del bolso un grabador que apoyó sobre la mesa. En ese momento llovía...
Periodista:- Escucho su historia.
Rubeisten:- Vivía en un pueblito de Francia con mis padres, que llegaron allí de muy jóvenes. Éramos judíos. Yo era él maestro en la escuela especial.
El lunes 17 de septiembre de1940, eran un día hermoso, de pleno sol de otoño, yo enseñaba a mis alumnos y ahí en la primera fila, estaba sentado con cara de pícaro Panchito. Era inteligente, de buen humor, bajito y gordo.
De repente llegó la directora desesperada a avisarme que venían los alemanes.
Todos los chicos se fueron a sus hogares.
Panchito no sabía qué hacer, lo tomé de la mano y salimos de la escuela corriendo por un camino de tierra. Estábamos por llegar a su casa cuando vimos que varios alemanes llevaban prisioneros a sus padres porque eran judíos.
Lo agarré del brazo para llevarlo a mi casa. Estando a cuadras de la escuela, cerca de mi casa, las mismas personas se arrastraban a mi esposa.
Nosotros dimos media vuelta para ir a escondernos en un galpón y unos minutos después regresamos a mi casa.
Más tarde Panchito miró por la ventana. Pasaban en fila uno a uno sus amiguitos...
Esa misma noche al acostarnos, me pregunto:- ¿A dónde van mis amiguitos y toda la gente marchando en fila?
Con esa pregunta me quedé helado, no pude contestarle.
Pensé que Panchito no comprendería,¿Cómo decirle que sus amigos y esas personas, todos judíos, iban a la cámara de gas porque no le agradaban a Hitler?.
El señor Rubeisten tenía los ojos húmedos y luego de un rato largo retomó la conversación.
...Ese día, nosotros corrimos por todas partes, ¡Fue larga la guerra! Nos escondimos en muchos lugares, casas abandonadas, galpones, cualquier lugar nos venia bien para sobrevivir.
Panchito y yo estábamos por cruzar la frontera de Francia a Italia, cuando nos descubrió un soldado y nos llevó a una casilla. Allí otro soldado me pidió el pasaporte, yo le dije que no tenía porque era judío.
Panchito estaba asustado. El soldado me llevó afuera, sacó el revólver me apuntó.
Panchito vio que yo estaba en peligro, entonces peleó y peleó con el soldado hasta salir a buscarme.
Se abalanzó sobre mí y un ruido cortó el aire y una bala se alojo, locamente, en el corazón de mi querido alumno. El niño cayó al suelo. Yo lo ayudé a levantarse, lo tomé con mis manos por el cuello y él me dijo:- ¡No quiero morir! ¡Papá!
Yo estaba ahí de rodillas en el suelo, junto a Panchito cuando llegaron, ya tarde, los soldados americanos y abatieron al enemigo con lluvia de balas mientras yo lloraba aterrado y gritaba desesperado...
Después de unos días me desperté en un hospital.
Por un largo rato Rubeisten y la periodista se quedaron en silencio. La tristeza cubría sus almas.
Luego ella guardó el grabador, puso los casettes en el bolso, se levantó para saludarlo y le dijo:- Qué historia de solidaridad, voy a publicarla en mi diario.
Rubeisten se levanto para saludarla y la acompañó hasta la puerta.
En es momento, había dejado de llover. Caminaban por el largo pasillo, y pensativo Rubeisten dijo en voz alta:- Panchito me salvó la vida.
Periodista:- Sí, le salvó la vida porque él vio cuando se llevaron a los padres, a su esposa y a sus amiguitos. Panchito estaba en peligro y usted lo salvó, después de unos días usted era el que se encontraba en peligro y él decidió salvarle la vida porque pensó que usted era la única persona que lo había protegido.
Llegaron a la puerta de entrada y la señora mirando el cielo dijo: ¡Qué hermoso es ese arco iris!
Rubeisten lo miró y de pronto vio la imagen de Panchito que lo saludaba con la mano derecha y una sonrisa se escapaba de su boca.
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