martes, 9 de noviembre de 2010

¡Pobre Arturo!


Un largo el día para Arturo.
Arturo era un hombre delgado, tenía 26 años. Una mañana se levantó de la cama con un poco fiaca y se fue al baño. Se puso a calentar agua para bañarse, era un poco torpe, miraba el espejo que estaba un poco sucio, rajado y apreciaba su rostro. Con la mano derecha se tocó el mentón, tenía un poco de barba y se afeitó. Luego tomó el jabón, lo puso en la jabonera y no sé dio cuenta que se le se cayó en la bañera.
El agua ya estaba caliente, desenchufó el calefón, se metió en la bañera, con tanta mala pata que pisó el jabón y se cayó boca abajo. ¡Con los huevos en la garganta insultó con alma y vida!
La cara le quedó como una estampilla.
Lentamente se tomo de la canilla y se levantó, se miró en el espejo, tenia un poco de sangre. Se lavó la cara.
Mientras tomaba el desayuno le dolía mucho el vientre y pensaba ¿Qué hago ahora, que el domingo juego el partido? Hoy es martes, hasta el domingo tengo cinco días. Pensó “me como un chicle purgante y seguro se me va a pasar” Se comió un chicle.
Arturo se fue a practicar.
Llegó al club del bario, era chico y se llama “Mala pata”. El pobre Arturo no pudo practicar, se fue al baño, tenía muchos revoltijos. Tuvo que volver a su casa.
Fue al médico y le dio una gotitas para calmar, algo, el dolor.
¡Pero Arturo era tan tarado que siguió comiendo chicles purgantes!
Llegó el día del partido, estaba en el club, listo para salir a la cancha. Había mucha gente, él estaba en el arco y hacían calentamiento con sus compañeros. Al ratito que se inició el partido, también su vientre empezó a funcionar como un volcán en erupción. ¡Y pobre Arturo, se cagó! Estaba triste y con bronca pero alegre a le vez; se había aliviado.
Cuando terminó el partido los compañeros no podían acercarse del olor que sentían.
Arturo se fue agachado al vestuario y la gente cantaba ¡Se cagóo! ¡Se cagóo! ¡Se cagóo!
Llegó el vestuario, fue al baño con tanta mala suerte que había un cartel en la puerta, que decía: REPARACIONES. ¿Y ahora qué?
Puteando salió del club, los calzoncillos le pesaban como un kilo de arena. ¿Qué hago ahora? Si subo a un colectivo, ¡me mata! Mejor un taxi. Subió, no podía sentarse, y para colmo el chofer era un marica que se lo quería atracar. Por fin llegó a la casa.
Se fue derecho hacia al baño, pero con tanta, tanta mala suerte que ¡no tenia aguaaa! y el pobre Arturo se quedó en el baño llorando.

6 comentarios:

La Morsa a la Deriva dijo...

Hay que tener mucho cuidado con los chicles purgantes. No hay que busar.

Héctor Daniel Burini dijo...

graciash Morsa un cuento de humor

Puntitos dijo...

felicidades segui asi!

carolinaiglesias dijo...

Hola Hector! que interesante ver como recoges historias de Argentina, seguire leyendo tu blog para hacerte más comentarios.

Saludos desde Chile.

Ivan dijo...

Grande pelado!!!!!

A la distancia te sigo leyendo amigo.

Ni bien tenga tiempo y me inspire me pongo con mi blog... se extraña escribir

Rebeketa dijo...

Hola Héctor!! Que sepas que me alegro de que volvieras a escribir!! Porque además... me he reído mucho con tu historia! son de estas cosas que nadie dice pero a todos les pasan por la cabeza. Me ha gustado mucho!

Un saludo!

Rebeca